( foto Chloe Aftel)
Un oficinista anduvo en malos pasos y se enredó en amoríos nocherniegos con una chica de alterne. Se llamaba Fructuoso y, por mear fuera del tiesto, perdió familia y empleo, además de los ahorrillos que pensaba invertir en comprar, en su Caja de Ahorros favorita, un puñado de esos artefactos mal llamados participaciones preferentes.
Una madrugada despertó conturbado y, al tacto, notó que la moza de fortuna no estaba en la cama. Se levantó y leyó en el espejo, escrito con pintalabios y letra infantil de suripanta del pueblo, esta despedida: «Bienvenido al club del sida».
El cagatintas no tuvo valor para hacerse los análisis, pero sí para tirarse por la ventana del apartamento. Cayó en flor y se quedó como un pajarito.
¡Por su mala cabeza y por sacar los pies del plato!