(fotos del autor)
«Todas las mujeres son iguales. Sólo las diferencia su sentido moral» dice Röhmer.
En el origen, las mujeres fueron territoriales. Los hombres cazadores o nómadas.
Necesito una esfera de libertad cada vez más reducida en lo espacial pero más nítida e inviolable en lo moral. Mantengo algunos principios encerrados en la caja negra de mi memoria. Cuanto mayor soy me siento más radical, y cuanto más radical, más libre.
Con palabras de buena crianza ahora voy a poner una enmienda a Röhmer. Un neuro-científico por nombre Damasio, premio de investigación Príncipe de Asturias, demuestra en la revista “Nature” que el sentido, el juicio moral, depende, muy mucho, de las emociones. Las personas que tienen dañado el córtex prefrontal ventromedial tienen alteradas seriamente sus emociones -como la compasión, la vergüenza y la culpa- relacionadas con los valores morales.
Y lo que es más curioso: la inteligencia, el razonamiento lógico y el conocimiento de las propias normas éticas son normales en esas personas.
He perdido la cuenta. De los días. Estoy fuera de tiempo. Ucrónico. Y de lugar. Utópico. Nunca he estado en fiestas abiertas. Sanfermines, Fallas, Feria de Sevilla, El Rocío. Jamás estaré, y no por agorafobia, sino porque no tienen meollo.
Mi única obligación constitucional es seguir vivo. Más o menos. Nada ni nadie me obliga a leer prensa. Ni a ver televisión.
El mar ruge contra el cabecero de mi cama. Me oigo decir en sueños: «dale a Clara los huesitos de mis ronquidos». Mañana hará un día relindo.
Clara y Tao duermen en paz. Escribo sobre su falda fugitiva. A duerme y vela:
— ¿por qué te has vestido?, me preguntó.
— Creo que vas a dejarme y no quiero que me pilles en bata, repliqué yo.
Posé mi mano en la rodilla de Ella. Aguda, estrecha, lisa, frágil, la rodilla de Claire. Ella tomó mi gesto de deseo por uno de consuelo.
¡Ah!: no he conocido una mujer igual a otra.